Todo era distinto desde que te fuiste, empezó a cambiar
cuando ibas y venias, cuando no sabía en qué momento te ibas a marchar y en
cual ibas a volver, si hipotéticamente volvieras. Con el impulso funanbulista de un trapecista
caminando sobre un alambre de espinos a 500 metros del suelo, me lance hacia la
cuerda (sin ti, ya te había esperado suficiente), a ver si yo también podía ser
trapecista. Seguí los consejos insobornables que mi corazón me había susurrado “cierra
los ojos y sígueme, yo te guió” “déjate llevar por la brisa, siente el aroma de
las nubes y escucha el sonido de tus pies sobre la cuerda” “bajo ningún concepto
abras los ojos”. Algún pájaro pasaba por mi lado y me hacía tambalear sobre la
cuerda, con un pie suspendido en el aire y otro temblando sobre una superficie
q apenas cubría la tercera parte de mi pie. Recuperaba el eje de mi equilibrio
al volver a sentir el aroma de las nubes y la certeza de que mis pies aun tenían
algo q los sujetara. “Camina como si ignorases que puedes caerte” mis brazos en
cruz que deambulaban hacia izquierda y derecha según qué pie estuviera
utilizando. El instinto me hizo recordar EL MIEDO, ese hombre de azul que te
recuerda que el más insignificante movimiento puede hacerte caer. Y abres los
ojos para comprobar que todo está bien, el cielo esta de un color magenta
atardecer y te sientes libre al ver todo ese espacio sin ocupar donde solo
habitan los pájaros y las nubes. Miras tus pies, están perfectamente situados. Sigues
el camino q dibuja la cuerda esperando encontrar un edificio al final, pero te
sorprende que hay otra persona a lo lejos, otro funambulista con mucha
confianza en sus pies. Y piensas que a lo mejor esa persona es tu destino y que
por ello no hay edificios ni torres de electricidad ni montañas a lo lejos. Te acercas
poco a poco con mucha cautela, sin perder la vista de aquella silueta. Alcanzas
la suficiente distancia como para poder identificar a esa persona, observas sus
gestos, su contorno y sus facciones. Y eras tú, había sido el momento de
lanzarse sin ti, porque ahora eras tú el que me esperabas. Sonreí y volví a
cerrar los ojos, necesitaba abrazarte. Al perder el equilibrio pensé que tú me sujetarías
para que no callera. Volví a abrir los ojos sabiendo que ahora estaba mucho más
cerca, para llamarte y que me vieras. Por el contrario tú no me viste y yo vi a
una chica junto a ti que sujetaba tu mano. Mi cuerpo se desvaneció como si ya no
perteneciera a este mundo, caí al vacio sin poder identificar el rostro de la
chica, pero con la imagen de tu mano sujetando la suya, sin miedo.