Se sintió una estrella, la más grande y brillante de aquel lugar. Un enjambre de flases y halagos la deslumbraron. Sus ojos se convirtieron en lujosos luceros que alumbraban aquella majestuosa alfombra roja de cine. Las más altas castas de la sociedad se arrodillaron ante ella, la alabaron, besaron cada centímetro de asfalto que ella pisaba, la condujeron hacia lo más alto, lo más hermoso, allí donde el mundo es un mero instrumento para saber que sigues siendo grandiosa, que hasta ese desorbitado pedazo de tierra se rendiría ante tus pasos. Su ingenua inexperiencia la sumergió en un baño de coca y alcohol, sexo, nicotina y toda aquella sustancia que la hiciese sentir, algo imposible, más bella y amada de lo que ya era.

En pocos años quedo relegada a escasos documentales sobre su vida y la época en la que vivió, a fotos de aquellos dorados años de fama y a icono del cine, una efímera apariencia que le destrozo la vida, la dejo vacía y convirtió su alma en gas, un gas letal que fue transportado por su sangre contaminando todo su cuerpo… La consumió poco a poco, pero a ella le consoló pensar que sería la muerte más dulce de la historia, muere joven y deja un bonito cadáver y ese fue su último pensamiento que invadió su mente.
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