Todos aquellos “estas preciosa” a los que no quisiste hacer
justicia porque camuflaste con miradas esquivas para que no supiera que aún
pensabas en mi como la primera vez,
Con lo bien que se me ha dado siempre usar la perspicacia para hacerme la tonta
cuando me interesa, cerrando los ojos bajo el sol como si no supiera que podrías
pasar horas sosteniendo aquella cámara de fotos que es más grande tú, pero no más
grande que tus ganas de tener el recuerdo de mi piel desnuda materializado para
no olvidar ni un solo detalle.
Era tu forma de decirme estoy aquí y me encanta observarte porque es la única forma en la que puedo tenerte, por eso te robo fotos cuando creo que
no te das cuenta.
Eras como un niño, asustado, cuando revienta el primer día
la bici que le regalo su padre, acojonado de la bronca que puede caerle si
alguien se entera, dando relevancia a todos los prejuicios que yo consideraba
insustanciales después de haber sentido la facilidad con la que erizabas mi
piel y la forma en que te jugabas los huevos y perdías el tipo por un mínimo
contacto físico.
Y ahora tendré que ser yo quien se trague las ganas para no
vomitarlas más, de montarme en el primer autobús para que tengas que cumplir
aquella promesa que hiciste la última vez que te despediste mí, de no volver a
dejarme sola en ninguna estación y tendrás que ser tu quien se quede con ellas,
las ganas, de quitarle una foto a mi sonrisa cuando te vea aparecer en la estación
con la certeza de que te has follado a los miedos y los has dejado moribundos,
tirados en la última esquina que doblas antes de volver a sentir el deseo de
verme mujer salvaje, desnuda y despojada de la inocencia y la niñez con la que
acostumbras a verme,
Te quedarás con las
ganas de verme natural como la soledad y el insomnio, absuelta de
condicionamientos, de buenos modales y de composturas, porque sé que odias
tanto como yo esa manía que tengo de mostrarme recatada cuando la ocasión lo
requiere.
Tendrás que ser tú el que intente domesticar ese deseo de concederle
una amnistía a mis ojos de gata (porque de la sonrisa te enamoraste hace
tiempo) en la que usara mis manos y mis labios ajena a la mirada lasciva y atenta de
aquellos que quieren juzgarnos como si de un "orgullo y prejuicio" contemporáneo se tratará.
Ese deseo del que te convenciste que no me percataría,
habiendo calculado mal mi inteligencia.
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