martes, 13 de marzo de 2012

La paternidad conlleva responsabilidades.

Y se marcho, se marcho para siempre…
Con las manos empapadas en lágrimas y los ojos saturados de tristeza.
Arrastro el corazón por las calles, pendiendo de las últimas fibras musculares que lo mantenían unido a su cuerpo.
Vago sin rumbo, sin pena ni gloria, como un monumento derruido.
Y se hizo la firme promesa a si misma de no cometer jamás el mismo error, de no volver jamás a pronunciar las palabras ``te perdono´´