miércoles, 30 de abril de 2014

Hormigas bajo la piel

En fin... no se cuando terminara esta sensación...
la de dejar de verte en cada pensamiento,
la de despertar empapada en sudor tras a-ver-te soñado,
una noche y otra,
la sensación de sentir que me da un vuelco el corazón
cuando te veo en fotos,
esas mariposas en el estomago cuando recuerdo tu sonrisa
no se cuando terminare de preguntarme
por qué no salió bien.
esa sensación en mis dedos de estar tocando tu piel de seda
porque llorar ha pasado de moda.
porque quizá no fuiste la personas que yo esperaba que fueras
pero eso no ha hecho que deje de estar enamorada de ti
y el impulso nervioso que debo controlar
para no meterme a ver tu perfil de ninguna de las redes sociales.
pero es que a veces me hace tanta falta ver tu sonrisa
que no puedo controlarme
porque al fin y al cabo el dolor no dura toda una vida
y lo único que nos queda es eso
el recuerdo de las sonrisas
y lo que éstas nos hacían sentir.
Contigo hasta las estrellas y todos esos te quiero
a los que el tiempo no supo hacer justicia...
y esos días de rabia en los que me juraba
que aquellas, las de hace tres meses eran las últimas lineas
que te escribía.
Sin darme cuenta de que a la rutina no le seria tan fácil
acostumbrarse a dejar a escribir para ti... porque lo hice
durante tanto tiempo, que ya casi no recuerdo
como se escribía para otra persona.
Fuiste dueño de mis versos,
de mis pensamientos,
de mis palabras,
de mis sarcasmos
y de mis latidos, de todos ellos por supuesto.
Y aquí sigo esperando a que desaparezcas,
pero sin querer del todo que tu recuerdo cierre la puerta del pasado.
Intente eso de querer a alguien a quien no tuviera
el deseo de olvidar, pero tampoco funciono,
así que me quedo soportando la paciencia
hasta que se desintegren también en recuerdos
las ganas que ahora tengo de hacerte el "humor".

miércoles, 2 de abril de 2014

Entre las garras del deseo de no tenerte mi reina

Sus cabellos rubios, naturales son mi tesoro perdió…
Ese era el comienzo de la canción, pero no fue escrita para ella, que grave error, cuando hasta la luna si tuviera uso de razón le dedicaría todas sus noches. Y me dije, algún día yo tendré que escribirle una canción, en la que hable de su pelo con el brillo dorado y la suavidad que lo caracteriza, lo había sentido tantas veces entrelazado en mis dedos, no tantas como las que me hubiera gustado sentirlo haciendo cosquillas en mi vientre.

Tenía la boca muy sucia, a veces se le llenaba de mierda para abofetear con metáforas a la sociedad cruel en la que vivimos, para poder dar sentido a esos vertederos de sentimientos y de escrúpulos donde la gente iba acumulando sus derrotas y sus remordimientos. Tenía la sensibilidad de una reina, no de una cualquiera, sino de una de esas reinas que venden su corona para poder alimentar a su pueblo y a su propio corazón. Prostituía sonrisas por el menor atisbo de felicidad y eso la hacía grande.  Yo quise hacerla libre, porque las reinas no deben vivir enjauladas, el mundo no debe ser privado de tan delicada e irreverente belleza.


La única manera que tuve de hacerla libre fue tomar su cuerpo como lienzo y hacerla volar con mis manos de poeta como si su piel fuera un verso en el que escribiera el amor, que también admiraba su corona, un verso en el que mi pluma dibujara paisajes insólitos rebosantes de hermosura del mundo con el que ella soñaba.