martes, 3 de septiembre de 2013

Y así cada noche

Todo era distinto desde que te fuiste, empezó a cambiar cuando ibas y venias, cuando no sabía en qué momento te ibas a marchar y en cual ibas a volver, si hipotéticamente volvieras.  Con el impulso funanbulista de un trapecista caminando sobre un alambre de espinos a 500 metros del suelo, me lance hacia la cuerda (sin ti, ya te había esperado suficiente), a ver si yo también podía ser trapecista. Seguí los consejos insobornables que mi corazón me había susurrado “cierra los ojos y sígueme, yo te guió” “déjate llevar por la brisa, siente el aroma de las nubes y escucha el sonido de tus pies sobre la cuerda” “bajo ningún concepto abras los ojos”. Algún pájaro pasaba por mi lado y me hacía tambalear sobre la cuerda, con un pie suspendido en el aire y otro temblando sobre una superficie q apenas cubría la tercera parte de mi pie. Recuperaba el eje de mi equilibrio al volver a sentir el aroma de las nubes y la certeza de que mis pies aun tenían algo q los sujetara. “Camina como si ignorases que puedes caerte” mis brazos en cruz que deambulaban hacia izquierda y derecha según qué pie estuviera utilizando. El instinto me hizo recordar EL MIEDO, ese hombre de azul que te recuerda que el más insignificante movimiento puede hacerte caer. Y abres los ojos para comprobar que todo está bien, el cielo esta de un color magenta atardecer y te sientes libre al ver todo ese espacio sin ocupar donde solo habitan los pájaros y las nubes. Miras tus pies, están perfectamente situados. Sigues el camino q dibuja la cuerda esperando encontrar un edificio al final, pero te sorprende que hay otra persona a lo lejos, otro funambulista con mucha confianza en sus pies. Y piensas que a lo mejor esa persona es tu destino y que por ello no hay edificios ni torres de electricidad ni montañas a lo lejos. Te acercas poco a poco con mucha cautela, sin perder la vista de aquella silueta. Alcanzas la suficiente distancia como para poder identificar a esa persona, observas sus gestos, su contorno y sus facciones. Y eras tú, había sido el momento de lanzarse sin ti, porque ahora eras tú el que me esperabas. Sonreí y volví a cerrar los ojos, necesitaba abrazarte. Al perder el equilibrio pensé que tú me sujetarías para que no callera. Volví a abrir los ojos sabiendo que ahora estaba mucho más cerca, para llamarte y que me vieras. Por el contrario tú no me viste y yo vi a una chica junto a ti que sujetaba tu mano.  Mi cuerpo se desvaneció como si ya no perteneciera a este mundo, caí al vacio sin poder identificar el rostro de la chica, pero con la imagen de tu mano sujetando la suya, sin miedo.