En ese momento me invaden las ganas de odiarte, a veces
incluso, de provocarte algún daño físico, de que te arrodilles para decirme que
me quieres.
Que te arrastres para implorar mi cariño.
Pero ni tú te arrastras.
Ni yo consigo odiarte.
Te gusta hacerte el tonto, obviando el poder absoluto que
tienes sobre mí. Y es que me apetece abrir el corazón, y contarte todos los putos sentimientos que llevo dentro.
Porque no eras nada, no decías nada, ni significabas nada.
Pero un día en el asiento de atrás de mi coche, después de
esa primera vez que te sentí dentro de mi supe que a partir de aquel momento dejarías
de pertenecer a la nada para forman parte del todo, para que no hubiera
amanecer que no me hicieras despertar pensando en ti y en tu jodida sonrisa.
Porque no hay nada mejor en el mundo que cuando alimentas mi
locura al compas de cada suspiro que se te escapa.
Y es que te tengo que dar las gracias, por todos esos
polvos, por las veces que me haces el amor con todo el cariño que encuentras en
tu interior, o que me follas como si fuéramos unos desconocidos que no pueden sostener
más el deseo poseerse.
Me pierdo en el fondo de tus ojos, dejo que tus manos
realicen todo el trabajo.
Y me haces sentir esa princesa, rescatada del castillo
amurallado, custodiado por un dragón que
solo escupe dolor y no me deja marchar.
Te armas de valentía, y de la madurez que tus
pocos años de vida te han otorgado, y escalas esa torre, anhelando encontrar al
final de ella mi corazón, mientras yo voy enlazando sábanas,(que son todas las
maneras en las que me has enseñado a quererte) que nos servirán de
refuerzo para bajar juntos cuando me rescates, antes de lo cual te perderás
entre mis piernas apoyado en el quicio de la ventana, consumiendo el amor que
hay en nuestros labios.
No quiero sentir jamás la ausencia de tu ausencia, no quiero
que tus caricias se conviertan jamás en recuerdos, en anhelos de amor que un día
perdimos.
Es complicado encontrar palabras para expresar todas las
veces en que tu único objetivo es hacerme sonreír.
Nunca has tenido una parte de mi corazón, creaste, borraste
todo lo malo y te encargaste de que todo él te perteneciera.
Me disgustan y me lamento por todas las discusión, y me
pregunto cómo puedo encontrar la felicidad contigo, pero es que nada me hace más
feliz que nuestras discusiones y saber que después de soltarte lo más horrible
que se me ocurra, seguiré amándote, seguiré deseándote cada minuto, seguirán ahogándome
las ganas de tocar y contemplar el puto milagro de tu anatomía.
Y no quiero sentir nunca más el amor, si no viene de tus
besos y de la forma en que me tocas o de la frialdad de tus manos en la calidez
de mi cuerpo.
El agua verde que fluye por tu mirada… tu piel… tus labios
empapados de sudor… y la forma más
sencilla de amarte.