domingo, 20 de enero de 2013

Nosotros.

Tu eras como la luz de un sol de invierno
que deshiela con alegría la escarcha de los coches  
yo era la oscuridad de la poesía 
y de los perros abandonados en las noches cerradas. 
Como el agua y el aceite. 
Una mezcla heterogénea de dos sustancias
que por mucho que intentaron mezclarse
las leyes de la física se lo impidieron. 
La noche y el día.
Era como tener cuarenta pares de zapatos 
y no saber combinarlos con ninguno de tus vestidos. 
Fuiste la bala que me hizo arriesgar el todo por el nada. 
La muerte o la vida. 
Me hiciste entender que no había corazones 
a los que provocarles una erección
sin apretar el gatillo. 
Me pusiste a prueba, al limite
demostrándome que yo también podía apretarlo 
y después podría producirte sudor en la espalda 
y follarte con o sin amor. 
Las veces que me diera la gana
siempre y cuando 
las balas ya no aguardase en la recamara, 
con el miedo de un pez a caer por el retrete. 
Y ahora estoy convencida 
de que alguien te intercaló en mis sueños 
con ese propósito, 
el de cosechar una parcela de mi corazón 
que fuera tuya para siempre. 
Y me recordara que el amor es algo tangible
no un invento del capitalismo 
ni de la economía de libre mercado. 
Porque Milton Friedman podía saber mucho 
de como convertir el mundo en un lugar hostil. 
Pero ese cretino no tenia ni puta idea 
de los orgasmos que había en tus ojos 
al mirarme. 
Esa parcela de terreno emocional 
sera insustituible por cualquier otro sentimiento 
hacia cualquier otro gato callejero, 
será para siempre tuya
para cuando la quieras utilizar. 
Por si algún día el bufete de abogados 
te tuviera tan aburrido 
que quisieras volver a probar 
la melodía agridulce 
que recorre mis piernas. 
Por si... algún día el aceite se vuelve agua
o la noche día. 
Por ello no te digo "adiós" 
sino "hasta luego beibi" 


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