viernes, 9 de octubre de 2015

A la chica de los ojos que sueñan

Deje que el viejo ordenador se llevase las antiguas entradas de blog, que guardaba en una carpeta de documentos Word. Supongo que este y un acopio de otros pequeños acontecimientos me han permitido cerrar el ciclo, y por fin echar la llave sin miedo a no saber dónde guardarla por si en algún despiste la extraviaba.
Para dejarte marchar, he decidido dedicarte unas últimas palabras, ¿por qué no? Nunca he sabido hacer las cosas de otra manera.
Quizá la gran razón de to
do esto sea el océano, poner agua de por medio y batir las alas justo en el sentido contrario hacia a donde el otro emprenda su vuelo, por qué la vida es un viaje y nosotros llevábamos ya más tiempo del estipulado poniéndonos piedras en el camino para que avanzar no nos alejara.
Ahora sé que tú también has podido cerrarme a mí, acabar con el vicio y pensar en mis labios ya sin ganas de besarlos. Te regalo todo lo fui, que no es poco y guardo lo que seré para el destino. Será que siempre he tenido esa sensación clarividente para la telepatía con las personas que amo y comprendo que por fin tú también has encontrado la paz de saber que verdaderamente mis brazos ya no pueden abarcarte en ningún intento de amar.
Me sorprendo al descubrir las nuevas sensaciones que me causan tus fotos, sigues estando tan guapo como de costumbre y yo me imagino que alguna chica bonita sostuvo la cámara que disparo la foto que ahora usas de perfil, seguramente la habrías invitado a comer y probablemente después del vino le hicieras el amor sujetándola con tus mágicas manos que hace tiempo que no me sujetan a mí y ya no me duele saberlo, la furia me abandono, llego la bendición que me hace pensar; vamos hazla volar como tantas veces me hiciste a mi elevar los pies del suelo, hazla comprender que la suerte se esconde en tus pupilas, como yo tantas veces la pude ver cuando me mirabas.
 Y sobre todo, no desplumes sus alas para que pueda decidir que llegar volando hasta tu alma es un milagro. Y enséñale nuestro lenguaje manual, te aseguro que entonces no querrá volver a desplegar sus alas para marcharse de tu lado.
Gracias por todo lo que apostaste para no perderme en nuestro juego, y gracias por permitirme madurar un poquito más, porque dicen que poder sonreír a aquella persona que una vez te hizo daño, es crecer.
Deja que la chica bonita te enseñe a volar,  que te enseñe el mundo, como yo nunca supe hacerlo, porque me resigne a descoser mis alas para que nunca fueran el motivo que te hiciera sangrar, sin darme cuenta que estaba cometiendo el error que probablemente nos haya roto al no permitirte que amaras mis alas como la mejor de mis virtudes.
Y dile a la chica bonita que nunca me tenga celos, que soy yo la que siempre envidiare su suerte, hazla entender lo que fuimos y comprender que si yo no hubiera pasado por tu vida de esa forma tan caótica nunca habrías podido amarla a ella.
Cuídala y déjate cuidar.
Ahora te dejo marchar, sin el dolor que suponen las siluetas que se difuminan a lo lejos del camino, sin el dolor que provoca la incertidumbre de no saber si algo se acaba o continua, porque como ya te he dicho que te dejo marchar, sabiendo que nuestros días tenían una enorme necesidad de terminarse. Te dejo marchar con la sensación eufórica de que cada final es un nuevo comienzo.

Adiós amigo (y en esta ocasión te aseguro que la palabra amigo contiene todo el amor con el que siempre voy a recordarte)

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