lunes, 21 de noviembre de 2011

Te miro y tiemblo.

Él la estrechó entre sus brazos. Era aquel insólito lugar, del que nadie podría intuir todo lo que a ellos les hacia revivir, lo que les transmitía. Ese lugar en el que sus cuerpos los impregnaban todo de magia, cuando el tacto cálido y suave de sus pieles se rozaba. Era ese lugar del que nadie podría sospechar jamás.
Él le dio un tierno beso en la frente, tras lo cual aproximó la boca hasta su oído, y cuando ella pudo oír su respiración, le susurro: ¿Cuánto de menos habías echado esto? Ella se quedo perpleja (no esperaba esa pregunta) sin saber que responder, pero sin dejar de abrazarle, se acerco a sus labios y le dio un beso húmedo y dulce, entonces él dijo: dormir. Ella supo perfectamente que la pregunta era muy clara, aunque él hubiese querido camuflarla con sus habituales estupideces lingüísticas, por la tardanza de su respuesta.
Entonces ella le miró y simplemente dijo: mucho. Y fue cuando él supo que ella jamás echaría de menos algo ten insignificante como dormir teniéndolo a él a su lado.

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