miércoles, 21 de diciembre de 2011

Apuntando maneras.

El pronóstico de aquella tarde era distinto del de todas las demás. Aquella tarde no estaría sola en casa esperando que cayera la noche para contemplar la luna en un oscuro silencio.
Aquella tarde el sol pegaba de forma perpendicular en los cristales de las ventanas y toda la casa gozaba de una reluciente claridad.
Desde la ventana del cuarto de baño, el cual estaba cubierto de un sofocante vaho, podía apreciarse cómo la suave brisa mecía las vulnerables hojas de los árboles que caían despacio y silenciosamente.
Cuando él llegó me observó de arriba a bajo como si tuviese que pasar algún tipo de control o examen a sus ojos.
Subimos las escaleras atropelladamente, mientras nos besábamos y nos quitábamos la ropa. Cuando llegamos a la segunda planta de la casa, entramos en el baño, donde estaba todo preparado. Una vez allí el calor que producía el vaho nos obligó a prescindir del resto de la ropa que aún cubría nuestros cuerpos.  Él se sentó en el inodoro y yo me quedé de pie justo frente a él; entonces me amarró por la cintura y me acercó a él, de forma que sus rodillas quedaron pegadas a mis piernas y, con su ya conocida sutileza, fue repasando con sus manos el contorno de mi cintura. Sentí cómo acariciaba suavemente mi espalda, lo cual me provocaba un ligero cosquilleo que recorría mi cuerpo de arriba a bajo… Yo le ayudé a que pudiera contemplar sin obstáculos mi cuerpo, quitándome las manos de mis pechos. Los miró atónito durante unos segundos, luego comenzó a dibujar círculos con sus dedos repasando el perfil de mis pezones. Estuvo mirándome durante unos largos minutos, contemplando detenidamente cada detalle de mi cuerpo. Empezó a besarme por el vientre. Poco a poco fue bajando lentamente, hasta terminar finalmente sentado en el suelo sobre sus rodillas, de forma que ahora su mirada quedaba a la altura de la parte inferior de mi vientre que a él tanto le gustaba; entonces empezó a besar esa zona tan perfecta de mi cuerpo; cada beso lo daba unos centímetros más abajo que el anterior; como ya podía imaginarse, pude predecir dónde acabaría la trayectoria de aquellos besos… es difícil de explicar lo que sentí, solo sé que hasta el rincón más escondido de mi cuerpo se estremeció y pudo sentir el profundo placer que me provocaban sus besos. Me encontraba tan relajada que creía estar en otra dimensión, paralela al mundo que me hacía encontrarme en un estado que nunca antes había sentido y que era imposible de describir.
Aquella tarde terminamos haciendo el amor en la bañera. Fue una de las mejores tardes de mi vida, porque quizás suene a tópico pero… solo él sabe causarme todas esas únicas sensaciones que me hacen sentir tan suya y a la vez tan libre, con la capacidad de borrar el recuerdo de todas las demás que otros me han hecho sentir, que quedan relegadas a un ambito completamente superfluo.

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