miércoles, 14 de diciembre de 2011

En esos días malos.

Estaba lleno de furia, incesante rabia recorría su cuerpo a causa de la presencia de aquella chica de apariencia frágil e inofensiva. Jamás había odiado tanto a nadie como la odiaba a ella, le hacia la vida imposible de forma cruel cada día, haciendo temblar su posición de chico popular entre los acopios de jovencitas enloquecidas, a pesar de no tener un aspecto demasiado adonis, resultaba un muchacho de lo más llamativo.
Era extraordinariamente guapa e inteligente, delgada y menuda, de forma que nadie podría imaginar el daño que le hacía. Ni más ni menos popular había llegado nueva aquel, el tercer año de universidad, dando bastante que hablar, debido a la forma tan particular en la llamaba la atención: tan extravagante, tan atractiva, tan misteriosa.
Durante aquel año sin tener ninguna razón, ningún pretexto que la moviera a ello había estado fastidiando a aquel chico, travesuras sin importancia que a él le hacían enfurecer, mientras ella se divertía.
Era la cena de fin de curso, todos bailaban, riendo y bebiendo. Inmerso en aquella muchedumbre de gente ebria, sintiéndose parte de la música, como uno más, cuando quiso darse cuenta estaba en la puerta del cuarto de baño empapado de alguna sustancia alcohólica, de la que había estado consumiendo, junto a él, aquella abominable chica riendo sin parar.
-Llevas todo el año haciéndome la vida imposible, ¿nunca te cansas?
Envuelta en carcajadas ella no pudo responder.
-Eres una zorra. Le dijo movido por la ira.
De repente ella dejo de reír y le propinó una fuerte bofetada, sin pensarlo dos veces. Él no pudo contener la rabia que aumentaba por momentos en su interior y en un arrebato de locura la cogió en brazos, sujetándola por los muslos y la estampo contra la pared, dejándola sentada en el lavabo, le agarro las muñecas fuertemente comprimiéndoselas en la pared.
-Aprieta más fuerte. Le pidió con una sonrisa escéptica. Se sentía infinitamente deseada por aquel ingenuo que nada entendía de su comportamiento.
-Estás enferma. Se sentía impotente, la hubiera estrangulando en ese mismo instante, sin importarle cualquiera de las consecuencias que pudiera tener ese acto.
Ella volvió a reír.
-¿Qué coño es lo que quieres de mi?
Ella se sentía excitada por su reacción tan agresiva, le miro a los ojos, llenos de locura, y con una expresión infundadamente seductora se mordió el labio inferior.
-Hazme tuya. Su respuesta fue contundente e inequívoca, eso era exactamente lo que quería de él.
El se quedo perplejo, su furia se iba convirtiendo rápidamente en un desconcierto lleno de curiosidad. Sus miradas se fundieron de forma intensa y sin más demora ella se lanzo a sus labios de forma salvaje. Ahora su desconcierto era pura excitación incrédula de lo que sucedía, jamás hubiera pensado que esa niña estúpida pudiera sentirse atraída lo más mínimo por él.  
Minutos después de esa intrigante y peculiar situación, tras hacer el amor de forma salvaje, mordiéndose hasta sangrar, él se sintió profundamente enamorado de esa misteriosa y cruel muchacha. Convirtió toda la rabia que le había hecho odiarla en una sorprendente admiración y curiosidad por hacerla para siempre suya. 


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